En aquellas décadas se decidía visitar en horas nocturnas a un vecino, dígase una familia y allí se hacía café, se contaban historias, reales o ficticias, se hablaba de aparecidos, de divorcios y casamientos, se hablaba del tiempo y hasta del dicen que fueron a la luna. Claro que esa última noticia no era muy creída por todos.
Hoy la modernidad y las condiciones actuales dan al traste con aquel tipo de relaciones sociales campesinas, aunque no absolutizo, pero la tele y demás equipos atraen, las novelas y series atrapan a más de uno y el ritmo de la vida moderna por supuesto que es más veloz.
Es una lástima que esas relaciones se hayan debilitado, la fraternidad, el roce social, el humanismo y la solidaridad son valores que no deben perderse. Acercarse más al prójimo hace falta. Una buena vecindad es una gran familia, es mérito y seguridad, es ausentarse del miedo, la desconfianza y el malestar. Rescatar las tradiciones nos mantendrá originales y más sanos.
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