martes, 28 de enero de 2020

Opinar.



Opinar y opinar bien no es tan fácil.
Por Orestes Díaz Guerrero.
En tiempos de colas, de espacios ocupados por varias personas y más aún en esta cultura tan latina la interacción es inevitable, ahí sobreviene el contacto, el intercambio y por ende la comunicación. La gente se introduce en los diálogos, conforman reuniones informales y se expresan, a torrente, sin ton ni son.
A los humanos nos gusta opinar. Desconozco si exista otro reino donde los habitantes expresen sus puntos de vistas en alta voz, en lugares inadecuados y hasta de temas que desconocen. Aquí en el nuestro, en este universo terrenal la gente opina de béisbol, son estrategas, hablan de  política, de medicina y ofrecen tratamientos a los médicos sobre lo que debe recetar. La gente maneja cifras, fechas, nombres y geografías disparatadas, lo más triste es que lo hacen con una seguridad impactante mientras que otros semejantes prestan el oído y toman la información como referencia para incrementar su cúmulo de conocimientos con bases falsas y así lo irreal se apodera del grupo, llega a la familia, a los miembros de una cola o a otros que tengan el oído disponible.
Existen líderes de la voz y de la palabra, son los periodistas de barrios, especie de gurúes a quienes se toma de referencia porque se les tiene credibilidad, no importa que el nivel intelectual del hablante sea alto o mínimo. Su locuacidad es tal y la personalidad tan imponente gracias a la palabra que es creído. Así surgen rumores que luego son afirmaciones de temas como el fin del mundo, la aparición de seres paranormales o determinada agenda económica o social. Esos seres manejan listas de huracanes, desgracias, habilitan historias inexistentes o ligadas a rasgos de realidad y siempre los oídos devoran las expresiones.
Escuché una vez a uno de esos artífices de la palabra esgrimir una teoría basada en que el desarrollo económico y social de los pueblos está asociado al hielo, a la nieve y a los crudos inviernos, él hombre, en una universidad y rodeado de estudiantes de economía, ponía como ejemplo al Norte de América y al Viejo Continente. Sin comentarios.
Así los que hoy hacemos colas podemos escuchar barbaridades que son creídas por otros. Fíjese en las expresiones de los hablantes y en los seguidores que al instante surgen a su alrededor. Es una especie de magia que se impone más allá de creencias, de filosofías o de conceptos establecidos.
Quizás sea necesidad espiritual escuchar lo nuevo, tal vez una manera de romper la rutina monótona de que algo diferente sucederá o pasó. Es posible que los humanos deseen aventuras y esta es una nueva manera de encontrarlas, a través de la ficción de unos y el espacio que le ofrecen otros.
Dice un principio conductual: Habla moderadamente con los grandes; prudentemente con tus iguales; sinceramente con tus amigos; dulcemente con los pequeños y eternamente con los pobres. Por su parte Lin Yutang, filósofo chino, escribió: La mitad de la belleza depende del paisaje y la otra mitad del hombre que mira. Igual sucede con la comunicación verbal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario