domingo, 2 de septiembre de 2012

El silencio, un modo de hablar bonito.

Hablar bonito no es una cuestión de adornar el lenguaje con términos rebuscados y que pocos te entiendan o para dejar asombrados a quienes  escuchan.
Vivimos en un mundo de palabras. Nos comunicamos fundamentalmente por medio del habla. Y quien sabe comunicar bien tiene ganada una importante ventaja en su quehacer profesional, político, académico, económico o social.


Hay que adecuar el tono a las situaciones, no por hablar más alto o de manera más agresiva se tiene la razón. Esta a la larga premia a quien la posee.
Se puede escuchar a personas perorando disparates y en voz alta ante un auditorio de cultura media o baja y hasta le escuchan alelados como si el hablante fuese un Mesías. Recuerdo en mis años de estudiante en la Universidad de Oriente alguien rodeado de estudiantes de economía exponía un punto de vista idiota donde asociaba al desarrollo con las bajas temperaturas y ponía de ejemplo a Noruega, otros países de Europa y el Norte de América. Quien se llevara por el ejemplo le daría la razón, pero evidentemente una cosa no condiciona la otra. El hombre quizás era ágil y perspicaz para escoger el escenario y el público, pero allí fracasó, fue a bailar a la casa del trompo.
Cuando exista necesidad de hablarle a alguien o haya empatía pues hagámoslo bajito, no al oído, pero si con voz moderada, no hay necesidad de hacernos centro de atención debido a la necesidad de saciar las ganas de hablar. No hables si lo que vas a decir no es más hermoso que el silencio.
Dicen los chinos que si tus palabras no aportan nada interesante, utiliza el maravilloso lenguaje del silencio, los humanos tenemos dos orejas y una boca; para escuchar el doble de lo que se habla.
El silencio vale, la tranquilidad también, una buena imagen puede lograrse sin hablar. Observe, escuche y hable solo lo necesario, dé oportunidad a otros de expresar lo que necesiten, aprenda de los demás.

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