
El
oído está abierto a todo, no se puede dominar, pero las “entendederas”
sí y ahí radica el gran problema. Hay quien dice “porque lo dijo fulano”
y ya. Es una especie de cuño, una divisa a cumplir sin importar cuan
errado está el origen del mensaje.
El
entendimiento, la comprensión y la decodificación del mensaje depende
de la calidad del emisor, las intenciones del hablantey la comprensión
del mismo de lo que se dice, pero aún más depende de los deseos y
temores de quien lo recibe.
De
esta manera, lo que se dice por los medios de comunicación puede ser
desvirtuado y una historia oída suele ser mal interpretada y peor
recontada. A veces dicimos “esto es así”, de manera clara, precisa y
sintética; creemos que no habrá margen a dudas y sí, el oyente decide la
escucha de manera, consciente o no.

Alguien
escribió: “presta a todos tus oídos y a pocos tu voz”, pero toda regla
tiene su excepción. “Hablar es una necesidad, escuchar es un arte”
escribió el poeta alemán Goethe. Esto nos llama a distinguir entre oír y
escuchar.
La
audición es, esencialmente, una participación pasiva de los órganos de
los sentidos físicos. Escuchar implica a todo nuestro ser.
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