martes, 20 de mayo de 2014

Ciencias desde el surco.

Jorge Pupo, un científico de la tierra.

“Jorge enloqueció” era el comentario que circulaba en el poblado de Cañadón, cercano al Polo Turístico de Guardalavaca, e incluso algún que otro curioso se asomaba por encima de las cercas para ver las “demencias” de Jorge Pupo González, el campesino en cuestión. 
“Realmente inicié las investigaciones en el 1974, pero en los 80 fue que alcancé las primeras metas que quería y ya voy por más de 60 líneas de tomate” -Me confesó recientemente-. “También logré un ají largo, dulce y con buena corteza, además con un gran rendimiento, también tengo variedades de guayaba, trabajo una de maíz para que sepa bien, que eche bastante granos y que fructifique siempre independientemente a los problemas atmosféricos”
Reconocido en un acto por el día del campesino.
Jorge es el típico campesino oriental, jaranero, risueño cuando hay confianza, pero alguien con quien se hace difícil hablar en público por la cantidad de personas que se acercan a saludarle. Al retomar el tema de “sus estudios”, e interrumpido el diálogo constantemente, me expresó: “Sufrí mucho, lo poquito que aprendí fue con la Revolución, yo no pude ir a la escuela porque éramos muchos en mi casa y ya tú sabes. ¡’Yo empecé a trabajar a los siete años!”.
Su casa está relativamente cerca de la carretera, unos tres kilómetros, allí vive rodeado de fincas, animales domésticos y la gran nevera que le regalara Fidel Castro. Cuando un visitante nuevo llega le muestra con orgullo imágenes de momentos junto al líder de la Revolución Cubana.
“Después del Triunfo de la Revolución vinieron unos búlgaros y trajeron variedades de tomate, conversé con ellos y hasta me dieron unas semillas,  ahí empecé con los  cruzamientos. Recuerdo que me llamaban loco,  yo cogí e intercalé dos variedades de tomates, debajo de una mata que tenía una colmena de abejas para que polinizaran una con otra, luego tape los cultivos con mosquiteros a escondidas ,¡Pero qué va!, siempre me vieron y de ahí en adelante decían que estaba loco”.
De sus mayores logros me dijo “Mi tomate está establecido a nivel nacional, estoy trabajando todavía, tengo cruzamientos con el “perón”, maduros los he tenido hasta 15 días fuera de frío y no se echan a perder”.
Hace años Jorge estudiaba el plátano, logró que llegaran a parir cuatro racimos, pero eran más bien objeto de curiosidad porque los frutos eran pequeños y él quería que la mutación quedara fijada en dos y que fuesen hermosos, “pero no lo pude lograr, no me dio resultados” agrega.
Hoy Jorge está mejor, el pasado año estuvo enfermo, se molió un dedo con una desgranadora de maíz, luego le detectaron una cardiopatía coronaria, “el médico me dijo que como trabajo podía ayudar a limpiar el arroz cuando la mujer fuera a cocinar, ¡Pero qué va! Yo no puedo estar sin hacer nada, se me salieron las lágrimas, tú ni te imaginas el espíritu que yo tengo con 83 años, me dieron unas cápsulas de omega tres y me siento bien, esta semana me la pasé aporcando maíz con un azadón grande de hoja empatada”

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