jueves, 24 de noviembre de 2016

Una mujer siempre tierna.

Por Alcibiades Leyva Lagares.
A unos 20 kilómetros de la cabecera municipal de Banes, provincia Holguín, está Cañadón, un consejo popular donde hay muchas personas que se destacan en diferentes frentes de la vida económica, política y social, cada una con sus peculiaridades.
Oralia es una de ellas, campesina cubana de pura cepa, apegada a la tierra que la vio nacer y que, según ella la verá morir un día que no será pronto.
Se desplaza con agilidad y segura de lo que bien sabe hacer, como si algo más de medio siglo de vida no mellara sobre ella, en una tarea que requiere de mucha fortaleza y de una voluntad a prueba de todo sacrificio.
La conocí en un acto provincial por el Día Internacional de la Mujer Rural que tuvo como cede al consejo popular de Cañadón, donde realizó una demostración de sus habilidades para enyugar a sus bueyes.
En mi oficio de periodista, no es la primera vez que veo cosas impresionantes protagonizadas por las mujeres, pero esta vez quedé impactado al observar a esta voluntariosa campesina demostrar, ante el auditorio, las habilidades en el manejo de su yunta de bueyes Ojo Negro y Lucero.
Y es como si entre Oralia y sus vacunos existieran la empatía necesaria para permitir enfrentar el duro bregar del campo.
Aún así, Oralia dice que con animales que duermen al sereno nunca se debe confiar, pues a su esposo lo dañó un buey de labranza que parecía inofensivo y manso.
Fue fácil conversar con esta mujer, de hablar fluido, claro y preciso de quien conocí que de además de enyugar a sus bueyes ara la tierra, la surca y siembra, carga agua, corta madera para leña y hace, lo mismo que un hombre en el quehacer laborioso que la rodea y vincula al campo, del que dice sentirse orgullosa.
Oralia disfruta levantarse temprano, recibir el fresco de la mañana, oír a los gallos cantar y el sonido de las aves abandonando el árbol que le dio cobija durante la noche anunciando así, un nuevo amanecer, eso le da fuerzas para enfrentar el duro trabajo del campo.
Desde muy joven Oralia aprendió a trabajar la tierra y siente por ella amor infinito, a tal extremo, que afirma que tanto le gustan las labores del campo, que mientras las fuerzas le acompañen seguirá en las tareas agrícolas para producir alimentos imprescindibles para la vida.
Aunque las labores del campo ocupan el mayor tiempo de esta campesina de Cañadón, se las arregla para cumplir también con sus deberes domésticos, que comparte con su compañero de muchos años de feliz matrimonio y sus dos idolatrados hijos.
A Oralia el fuerte laboreo del campo no le hace perder la ternura, ni el amor que siente por su esposo y dos hijos. Su familia y el aroma de la tierra le proporciona oxigeno para vivir y ser feliz, a su manera.

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