El periodista no hace historias, él las cuenta. Pero antes las vive, las ve y las escucha. Una profesión bonita, a veces no tan agradable, pero ¿Y cuál no es así? Puede usted escuchar un suceso una y otra vez y apenas le da trigo, como se dice en el argot periodístico. En cambio, ocasiones un gesto, tres palabras o una aparentemente simple acción, le da ideas y motivaciones para llenar tres cuartillas.
Escuche a Javier Díaz, por un buen período de tiempo. Parte de su vida, peripecias, buenas y malas sendas que le puso la vida, pero siempre trató de salir airoso y él cree que lo logró. Yo pienso semejante.
Javier comenzó su vida laboral con apenas 17 años allá por Río Seco, casi tenía igual edad que sus pupilos. Sin embargo, se afianzo en cultura como muchas cosas, entre ellas programador. Posiblemente más de 300 actividades en un mes. Cursos, escuelas, talento, amor por la innovación. Sensibilidad. Alguien una vez lanzó desde un piso superior a un pequeño perro, el can quedó vivo de milagro. El suceso le sirvió para realizar su primer escrito. En una especie de festival resultó abrumador el impacto del mismo. Paró casi las tres mil personas presentes en el escenario.
Hoy Javier no ve. Perdió la vista. Pero dice no sentirse solo, aunque a su familia no la tiene cercana. Le acompaña la radio. Esa es una de sus principales compañías, una especie de universidad, según él, a la cual felicita.
Javier tiene dos grandes preocupaciones. Una: los radios aficionados del municipio de Banes, sin local fijo. Un mal que critiqué cuando inicié como estudiante de periodismo. Hoy perdura. El tiempo, el entorno y las realidades han mermado aquella sociedad de comunicadores que eran movilizados ante catástrofes, procesos eleccionarios y otros grandes eventos, como cuando la visita del papa Juan Pablo segundo.
Javier estuvo en el contingente agrícola Cinco de Mayo, en Poso Blanco, allí mantenía su hobby de radioaficionado. Hoy existe una disgregación de los miembros más allá de la llegada de la telefonía celular.
La otra gran preocupación es la Pista Móvil. Un símbolo de muchas generaciones de banenses. Caída en desgracia por tantas causas. En ella Javier perdió parte de su audición. Añorando recordaba a Carlitos, chofer y vida de aquella guagua. Coberturas, actos, desgracias y alegrías, carnavales en disímiles geografías. Y la alegría de los banenses. Era una época, su época. La de quién se preguntará usted? La de ellos, los de aquel equipo de trabajo que era bien venido cada sábado, la época del ómnibus y la de los banenses.
Javier acompañado por la radio, siempre. Banense hasta la médula, orgulloso de ser de aquí. Vive en calle coco. Aprovecha a la radio para seguir aprendiendo y conociendo desde su casa. Recordando las ferias que se organizaban detrás de la casa de la cultura, frente a la casa de la cultura.
Javier directivo, anirista, inteligente, colaborador nuestro, hoy sin visión y con menos escucha en sus oídos, pero ni sordo ni ciego de corazón.