jueves, 10 de abril de 2014

La misma agua.



Llover es un acto de la naturaleza que genera muchísimos puntos de vistas casi siempre encontrados. Escuchaba a Ricardo, el "Sobador" de El Fusil preguntar a Neno, un vecino suyo, sobre las posibilidades de lluvia y el hombre mirando al cielo y haciendo un gesto emitió su parte: “no, no lloverá, es difícil”, otros expresaron los contrarios y al rato el agua corría para alegría del propio Neno, Ricardo y quienes al igual que ellos tienen maíz sembrado.

No debe pasar igual con el “Gallego” del Way u otros que también tienen tomates en maduración a los cuales la humedad pudre o Manolito, el de los Pasos, quien me contaba sobre la frijolera que ya debía estar recogida y a buen reguardo pues los granos pueden nacerse y aún están en el campo.
No hablaré de quienes apostaron por vacacionar unos días en la playa o pensaron azar un cerdo porque alguien cumplía años, esos no hicieron caso al pronóstico del tiempo que, no deja de ser un pronóstico. Es bueno recordar que a la naturaleza no se le puede maniatar y que toda predicción está sujeta a errores.
El acto de llover era algo sagrado desde las comunidades indígenas, produce alimentos, pero también miedos, catástrofes y hasta maldiciones de quien pierde medios materiales o la posibilidad de alimentarse espiritualmente.
La lluvia en algunos origina traumas y en ocasiones viene acompañada de tempestades, rayos y muerte. En otros momentos esa misma lluvia, si es otoñal, es bien vista como algo nostálgico, para estar en casa donde algunos soñadores se atreven a rememorar pasajes semejantes donde los actores estaban junto a una estufa reunidos y tomando té a la usanza británica o recreando un pasaje de Lassie vuelve al hogar de Eric Knight Mowbray.
Y sin embargo desde la primera gota hasta la más reciente la lluvia  es única en su composición, es la misma agua que millones de años atrás orinaron los dinosaurios o que corría por los acueductos romanos infestadas con las plagas de la época medieval, es la lluvia que caía casi a diario en el poblado de Forks mojando a Bella, Edward o a Jacob en la novela "Crepúsculo". Ella se evapora limpia y se precipita aunque no tan pura como bien señalara en su poema de la pureza nuestro Nicolás Guillén.

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