miércoles, 23 de febrero de 2011

Frescos de mediodía.


Salí de los bajos del Hotel Baní con una morena en la mano, dispuesto a recorrer las calles, a tomar el pulso del mediodía, a mezclarme con la gente  y a tomar un baño de pueblo que me alejara de la pantalla de la computadora y del frío de las cabinas de grabación. Me gusta admirar esa mezcla de personas que conviven en paz sin distinción de razas ni sexos, transitar entre ellas con armonía y tranquilidad independientemente de creencias religiosas, posibilidades económicas o predilecciones culturales y deportivas.
Caminé como de costumbre mirando la rutina de los trabajadores del sector turístico quienes esperaban sus “ómnibus amarillos” como les dicen a los transportes independientemente de que sean verdes o azules. En la esquina de la cremería “La Sombrilla” encontré a los mellizos  vecinos míos quienes le daban la “tángana” a la mamá porque no querían que les tomaran de la mano. Tienen solo tres años de nacidos. Ellos miraron mi morena y les pregunté que si les gustaba. No  me respondieron, solo querían correr.
Del hotel hasta aquí disfruté de mi Banes cuyas calles toman más vida en las horas cercanas al mediodía. Unos almuerzan, otras personas salen del trabajo y van a comprar jabón o detergente, alguien va a ver a su amor oculto o público pero que existe, algunas caminan hasta las tiendas o a adquirir algo en la red de “pimpampunes”.
Son momentos en los que se saluda más pues hay mayores probabilidades de encontrarnos a personas allegadas y conocidas. Haces un guiño aquí, un gesto con la boca para allá, un ¿Cómo anda tío? al ingeniero Deyá que es jubilado y que ahora trabaja por cuentapropia vendiendo caramelos y otras chucherías y si no das la mano 15 veces resulta extraño. Ya yo andaba sin la morena.
Me invitaron al festival de la radio, a que concursara en él y voy a pensarlo ahora, cuando acabe aquí, después de que vaya a buscar más morenas como se les dice a unos pastelillos rectangulares que se hacen en Banes y que tienen su encanto, por algo se llaman así, como el color de algunas mujeres de esta tierra linda, pacífica y querida, seres que nunca podrán faltar en mis crónicas, ni en mi vida, porque sin ellas mi Banes sería otro y los banenses no queremos otro, amamos a este formado por nosotros mismos y para nosotros.


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