jueves, 22 de agosto de 2013

No a la violencia femenina.


 No a la violencia femenina. Ellas pueden ser tu familia.

Violencia femenina no es solo golpear a la mujer, también lo es maltratar de palabras o a través de acciones, es ordenar impunemente, tener un embarazo forzado o no reconocido y también la selección prenatal del sexo del feto en favor de bebés masculinos o simplemente recargar de labores en el hogar a las féminas.

Aquí por cultura y tradición la mujer es la que lleva el mayor peso del hogar, primero levantarse y hacer el café, preparar el desayuno, la ropa del niño, limpiar la casa, el almuerzo, lavar,  planchar, ablandar frijoles, limpiar arroz, hacer la comida, fregar y más, más y más, al final llega a la cama y a veces en contra de su voluntad debe hacer el amor. Eso también es violencia.
Aquí no existe la mutilación de genitales ni abundan las golpizas como tampoco existe la trata de mujeres, pero sí estamos distantes aún de ayudar a nuestras compañeras, a mamá o a la hermana a sobrellevar la carga del hogar. Machismo y falta de una cultura al respecto obstaculizan la igualdad de deberes en la casa aunque en los puestos laborales sea diferente.
La organización femenina trabaja, se gana terreno pero aún en el hogar, en el barrio, a escondidas la mujer es vista por algunos como ser inferior y obligada a la docilidad pese al amor que de ella se desprende y hacia quien se siente. Algo irónico y contradictorio.
Cuenta una leyenda que al principio del mundo, cuando se creó a la mujer se tomó la redondez de la luna, las suaves curvas de las olas, la tierna adhesión de la enredadera, el trémulo movimiento de las hojas, la esbeltez de la palmera, el tinte delicado de las flores, la amorosa mirada del ciervo, la alegría del rayo del sol y las gotas del llanto de las nubes, la inconstancia del viento y la fidelidad del perro, la timidez de la tórtola y la vanidad del pavo real, la suavidad de la pluma del cisne y la dureza del diamante, la dulzura de la paloma y la crueldad del tigre, el ardor del fuego y la frialdad de la nieve. Y salió ese ser vital.
Así debemos ver a la mujer suave y tierna, fuerte y dura. No la maltratemos, mejor cuidarlas y darles su lugar. La vida lo exige y la inteligencia también.  

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