lunes, 20 de junio de 2016

Gracias por todo.


Gracias por todo.
Por Orestes Díaz.
Ser agradecido es de humanos y digo más: hasta los animales muestran reciprocidad, miman y mueven la cola en señal de alegría. Existen personas que se creen merecerlo todo o que no entienden que otro día pueden necesitar. Usted les sirve, les ayuda y nada, ni un gesto a cambio, ni una sonrisa, ni un simple gracias.
Parece ser la filosofía de los gatos de quienes se dice que cierran los ojos para no agradecer a quien le acaricia y le da comida o simplemente que no cuentan con ese don o parte tierna para reconocer que fue ayudado. Honor a quien honor merece. 
Gracias al gesto, a la ayuda, gracias al desinterés. Gracias por todo lo que vale, que aunque para ti la palabra no cueste pronunciarla para quien la recibe si representa mucho. Es una frase mágica que ha perdido un poco su uso, pero que ha ganado en valor precisamente porque no abunda entre los labios humanos. Es un elogio, es reconocer lo bueno y el desinterés.
El empleo del vocablo “gracias” debe estar siempre acompañado de un acto explícito de respuesta a una fineza recibida. Cada vez que puedo observo a las personas agradecer y en la mayoría de situaciones lo hacen por cumplir una formalidad y empleando una entonación que no refleja su aparente intención. Agradezca con una sonrisa, mirada agradable y una actitud que muestre coherencia. Por común y rutinario que sea su uso, hace sentir bien a quien lo recibe, pues también existe el gracias automático, del que se dice por todo, a todos y en cualquier forma. Ese no es auténtico, no es original, ese gracias no agradece es casi irónico.
Recuerde el sabio e interesante dicho del filósofo Lucio Anneo Séneca: “Es tan grande el placer que se experimenta al encontrar un hombre agradecido que vale la pena arriesgarse a no ser un ingrato”
Puede enseñarse a decir gracias, pero no a estar agradecido. Aquel que recibe un beneficio, nunca debe olvidarlo; aquel que lo otorga, nunca debe recordarlo. Como expresó alguien “Y a todos aquellos que un día lanzaron piedras sobre mí. ¡Gracias! porque con ellas he construido los muros de mi casa donde hoy habita mi alma”. El agradecimiento es la memoria del corazón. Los ingratos no tienen memoria.

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