Gracias por todo.
Por Orestes Díaz.
Ser agradecido es de
humanos y digo más: hasta los animales muestran reciprocidad, miman y mueven la
cola en señal de alegría. Existen personas que se creen
merecerlo todo o que no entienden que otro día pueden necesitar. Usted les
sirve, les ayuda y nada, ni un gesto a cambio, ni una sonrisa, ni un simple
gracias.
Parece ser la filosofía
de los gatos de quienes se dice que cierran los ojos para no agradecer a quien
le acaricia y le da comida o simplemente que no cuentan con ese don o parte
tierna para reconocer que fue ayudado. Honor a quien honor merece.
El empleo del vocablo “gracias” debe estar
siempre acompañado de un acto explícito de respuesta a una fineza recibida.
Cada vez que puedo observo a las personas agradecer y en la mayoría de
situaciones lo hacen por cumplir una formalidad y empleando una entonación que
no refleja su aparente intención. Agradezca con una sonrisa, mirada agradable y
una actitud que muestre coherencia. Por común y rutinario que sea su uso, hace
sentir bien a quien lo recibe, pues también existe el gracias automático, del que se dice por todo, a
todos y en cualquier forma. Ese no es auténtico, no es original, ese gracias no
agradece es casi irónico.
Recuerde el sabio e interesante dicho del
filósofo Lucio
Anneo Séneca: “Es tan grande el placer que se experimenta al encontrar un
hombre agradecido que vale la pena arriesgarse a no ser un ingrato”
Puede enseñarse a decir gracias, pero no a
estar agradecido. Aquel que recibe un beneficio, nunca debe olvidarlo; aquel
que lo otorga, nunca debe recordarlo. Como expresó alguien “Y a todos aquellos
que un día lanzaron piedras sobre mí. ¡Gracias! porque con ellas he construido
los muros de mi casa donde hoy habita mi alma”. El agradecimiento es la memoria
del corazón. Los ingratos no tienen memoria.
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