La puntualidad es un tema reiterativo. Para
algunos puede ser superfluo y hasta ocioso de analizar. A mí parecer existe una
visible resignación colectiva, en todos los ámbitos y niveles, en admitir “la
hora cubana” como una “característica” cultural y social a la que debemos
amoldarnos. Y no debe ser así.
La “resignación” es algo inherente a las
sociedades mediocres y de baja autoestima. Expresa conformismo, sumisión,
apatía y falta de entusiasmo para revertir lo negativo y pernicioso en nuestra
subsistencia.
La puntualidad contribuye a dotar una
personalidad de carácter y eficacia. Nos hace ser mejores en las actividades
que desempeñamos y así ganamos la confianza del entorno. Ella exhibe
disciplina, perseverancia y orden para establecer las prioridades de las
acciones. Tiene que ver con la fuerza de voluntad y el sentido de
responsabilidad.
Se es impuntual en reuniones, en llegada a
citas, clases, consultas; se abren tarde
los establecimientos, recuerdo cuando niño y adolescente que en las terminales
habían pizarras donde se leía que tal ruta sale a tal hora. Sin embargo a esa
hora era que comenzaba a llenarse el ómnibus. Los empleados públicos y los
establecimientos tienen una hora para comenzar a brindar servicios, sin embargo
a esa hora es que llegan o abren.
La exactitud en la hora debe recuperarse
como manifestación de convivencia respetuosa y armónica y, además, orientará
positivamente la conducta humana. No perdamos la esperanza en esta tarea que
estamos obligados a emprender educando con el ejemplo a quienes están a nuestro
alcance. Tenga presente el aforismo inglés: “La puntualidad es el alma de la
cortesía”. Orestes Díaz….
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