Estados Unidos tiene la palabra para mejorar relaciones con Cuba .
Este viernes, 16 de junio, el Sr. Presidente de los Estados Unidos de
América, Donald Trump, dará a conocer en Miami su política hacia Cuba.
Aunque la abrumadora mayoría de los estadounidenses considera que lo más
provechoso sería mejorar las relaciones entre ambos países, poder
viajar libremente e incluso, hay importantes pronunciamientos contra el
obsoleto el bloqueo impuesto hace más de medio siglo y por la salida de
la Base Naval, de Guantánamo, cuando el mandatario escogió a Miami para
hacer pública su posición, cualquier cosa puede suceder.
Ojalá
que Trump respete y continúe la política de su antecesor, Barack Obama,
pero considero importante, en este momento preciso, hacer un poco de
historia sobre las encontradas relaciones entre ambos países vecinos.
Desde
antes de surgir como nación, con la independencia de las 13 Colonias
inglesas el 4 de julio de 1776, prominentes figuras políticas de Estados
Unidos (EEUU) expresaban sus anhelos de anexar a Cuba y otras islas
caribeñas a la futura potencia imperial. ¿Ejemplo?, John Adams, quien
llegó a ser el segundo presidente del norteño país y tres años antes de
la independencia, es decir, el 23 de junio de 1773 se refería en una
carta a estas islas como “apéndices naturales del continente americano” y
apuntaba: “es casi imposible resistir la convicción de que la anexión
de Cuba a nuestra Federal, será indispensable para la continuación de la
Unión”.
El propio Adams dejó bien claras las ansias
expansionistas de la Unión cuando exigió en 1778 la conquista de Canadá,
Nueva Escocia y Florida, manifestando en aquel momento: "Nuestra
posición no será nunca sólida hasta que Gran Bretaña nos ceda lo que la
naturaleza nos destinó a nosotros o hasta que nosotros mismos le
arranquemos esas posiciones”.
Era la doctrina del “derecho
natural”, contenido en la Declaración de Independencia y que sirvió para
justificar su carrera expansionista iniciada en septiembre de 1783,
durante las conversaciones de paz con Inglaterra, cuando EEUU, además de
su interés por Cuba y los territorios mencionados anteriormente,
insistió en negociar los de Canadá y los comprendidos entre los Montes
Apalaches y el Río Mississippi.
Las históricas ansias de
posicionarse de Cuba responden a la estratégica posición geográfica del
archipiélago para ampliar su sistema defensivo; por su clima, fertilidad
del suelo, los importantes recursos naturales que posee y por las
diversas vías de comunicación marítima.
En 1787, Alexander
Hamilton, Primer secretario del tesoro estadounidense, sugería que su
país creara un gran sistema americano, superior a toda fuerza e
influencia trasatlántica, para lo cual recomendaba la creación de un
imperio continental americano, incluyendo la unión de otros territorios
que aún mantenían su status colonial. Por supuesto, Cuba debía formar
parte de dichos planes expansionistas.
Thomas Jefferson, tercer
Presidente de los Estados Unidos, emitió sus primeras declaraciones
oficiales sobre el interés de apoderarse de Cuba, en una nota enviada en
1805 al ministro de Inglaterra en Washington: "En caso de guerra entre
Inglaterra y España, los Estados Unidos se apoderaría de Cuba, por
necesidades estratégicas para la defensa de Lousiana y la Florida”.
Cinco
años después, estando James Madison como presidente, llegó a Cuba un
agente especial con la encomienda de conspirar con elementos
anexionistas, al tiempo que el propio mandatario orientó a su ministro
en Londres, que pusiera en conocimiento de aquella administración lo
siguiente:
"La posición de Cuba da a Estados Unidos un interés tan
profundo en el destino de esa isla, que aunque pudieran permanecer
inactivos, no podrían ser espectadores satisfechos de su caída en poder
de cualquier gobierno europeo que pudiera hacer de esa posición un punto
de apoyo contra el comercio y la seguridad de Estados Unidos".
Súmele
que el 28 de abril de 1823, el entonces secretario de Estado
norteamericano John Quincy Adams, luego presidente de los Estados
Unidos, lanzó a la publicidad el término del fatalismo geográfico cubano
con su doctrina de "la fruta madura" o "espera paciente", basado en que
“...hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación
física y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del
viento no puede, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una
vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con
ella, e incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar
necesariamente hacia la Unión Norteamericana y hacia ella
exclusivamente, mientras que a la Unión misma, en virtud de la propia
ley, le será imposible dejar de admitirla en su seno.
“No hay
territorio extranjero que pueda compararse para los Estados Unidos como
la Isla de Cuba. Esas islas de Cuba y Puerto Rico, por su posición
local, son apéndices del Continente Americano, y una de ellas, Cuba,
casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser de trascendental
importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra
Unión”.
Días después, el presidente James Monroe al expresar su
apoyo a la idea, afirmaba que "agregar a Cuba era lo que necesitaban los
Estados Unidos, para que la nación americana alcanzara el mayor grado
de interés... Siempre la miré como la adquisición más interesante para
nuestro sistema de Estado". La Doctrina Monroe, basada también en el
fatalismo geográfico, era un instrumento geopolítico que advertía a las
potencias europeas no intentar “meter sus manos” en América. Esa
advertencia intentaba además, eliminar las ventajas comerciales inglesas
en el continente.
Estados Unidos utilizó muchas maneras para
apropiarse de Cuba, pasando por el intento de comprar la isla en 1848,
1853, 1861, 1869 y 1897; el respaldo al desembarco del anexionista
Narciso López en 1850; el reclamo de su “autonomía e independencia”; y
como todos los intentos resultaron fallidos, ambas cámaras del Congreso
aprobaron una Resolución Conjunta para intervenir al final del conflicto
entre Cuba y España.
Según el citado documento, Estados Unidos
“liberaría” a Cuba de España y se retiraría cuando existieran las
garantías de un gobierno estable. El pretexto para la declaración de
guerra fue la explosión del acorazado Maine, en la Bahía de La Habana,
el 15 de febrero de 1898.
Intervino EEUU, se apropió de la
victoria, dejó a un lado al Ejército Libertador y ocupó militarmente la
isla de 1899 a 1902, pues, con la firma del Tratado de París, Cuba
dejaba de ser colonia española y el vecino país se salía con las suyas,
iniciando, con su presencia directa, un período de transición, que
culminaría con la instauración de la República Mediatizada, cuyas
libertades quedaron reguladas por la Enmienda Platt, que definirían las
relaciones entre ambos países.
Basándose en dicha regulación,
EEUU abrió en 1903 la Base Naval en Guantánamo y volvió a intervenir en
la isla en 1906, 1909 y 1912; y como los gobiernos de turno respondían a
sus intereses, se les permitía a marines yanquis ultrajar la dignidad
del pueblo cubano, como hicieron el 11 de marzo de 1949 con la estatua
de José Martí, en La Habana.
Cuando triunfa la Revolución, el
1ro. de enero de 1959, Estados Unidos arreció los embates contra Cuba,
alentando y armando a grupos de bandidos y terroristas e intentando
asesinar a Fidel en más de 600 ocasiones, incluyendo el plan magnicida
del Paraninfo de la Universidad de Panamá; además de la agresión
mercenaria, mucho antes, en 1961, por Playa Girón, organizada y
financiada por Estados Unidos.
También Cuba recuerda los
frecuentes secuestros de naves aéreas y marítimas, la voladura en pleno
vuelo del avión, en Barbados, con 73 personas a bordo, en 1976, entre
muchos otros atentados a embajadas y a objetivos económicos. Pues
resulta imposible olvidar las bombas que explotaron en varios hoteles de
La Habana, en uno de cuyos actos terroristas perdió la vida el joven
italiano Fabio Di Celmo (1997).
En 1962, durante la Crisis de
Octubre o de los Misiles, Estados Unidos estaba listo para atacar a toda
Cuba con agentes incapacitantes, como parte de un ataque biológico que
afectaría a millones de personas. Ya en 1961 había iniciado la infame
“Operación Mangosta”, mediante la cual, la CIA se propuso causar
enfermedades a los cañeros-azucareros, con químicos que debían ser
esparcidos en los cañaverales.
También sufrimos en Cuba la
introducción de enfermedades, como el dengue hemorrágico, contraído por
273 mil personas y murieron 158, de los cuales 101 eran niños. De la
misma manera procedieron contra las crianzas aviar, vacuna y porcina,
así como con plantaciones de tabaco, café y plátano.
Como a pesar
de todo lo malévolamente realizado, no pudieron lograr sus propósitos,
reforzaron el bloqueo, aprobando nuevas leyes, como la Torricelli (1993)
y Helms Burton (1996); la de Ajuste Cubano, para estimular la
emigración ilegal; y a las tradicionales agresiones de todo tipo,
campañas difamatorias y presiones en organismos y eventos
internacionales, Estados Unidos sumó sus transmisiones piratas de las
mal llamadas Radio Martí (1985) y TV Martí.
Los cubanos
aplaudimos el intento de normalizar las relaciones con Estados Unidos,
gracias a las gestiones de Raúl Castro y Barack Obama, pero conociendo
la historia vivida con el vecino del norte, distantes a solo 90 millas
de esta perla de las Antillas, aplaudimos, pero no cerramos los ojos
completamente, porque cualquier cosa puede suceder.
Solo resta
esperar cómo reaccionará el actual presidente norteamericano respecto a
nuestro país y reitero que la abrumadora mayoría de los estadounidenses
está a favor de la normalización de las relaciones, y entre tantas otras
cosas, poder visitarnos para intercambiar, conocer la realidad cubana y
disfrutar las opciones turísticas que brinda un país en el que se
predomina la paz.
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