Jorge Pupo, un científico de la tierra. |
“Jorge enloqueció”
era el comentario que circulaba en el poblado de Cañadón, cercano al Polo
Turístico de Guardalavaca, e incluso algún que otro curioso se asomaba por
encima de las cercas para ver las “demencias” de Jorge Pupo González, el
campesino en cuestión.
“Realmente inicié las
investigaciones en el 1974, pero en los 80 fue que alcancé las primeras metas
que quería y ya voy por más de 60 líneas de tomate” -Me confesó
recientemente-. “También logré un ají largo,
dulce y con buena corteza, además con un gran rendimiento, también tengo variedades
de guayaba, trabajo una de maíz para que sepa bien, que eche bastante granos y
que fructifique siempre independientemente a los problemas atmosféricos”
Reconocido en un acto por el día del campesino. |
Su casa está relativamente cerca de la carretera, unos tres
kilómetros, allí vive rodeado de fincas, animales domésticos y la gran nevera
que le regalara Fidel Castro. Cuando un visitante nuevo llega le muestra con
orgullo imágenes de momentos junto al líder de la Revolución Cubana.
“Después del Triunfo
de la Revolución vinieron unos búlgaros
y trajeron variedades de tomate, conversé con ellos y hasta me dieron unas
semillas, ahí empecé con los cruzamientos. Recuerdo que me llamaban
loco, yo cogí e intercalé dos variedades
de tomates, debajo de una mata que tenía una colmena de abejas para que
polinizaran una con otra, luego tape los cultivos con mosquiteros a escondidas
,¡Pero qué va!, siempre me vieron y de ahí en adelante decían que estaba loco”.
De sus mayores logros me dijo “Mi tomate está establecido a nivel nacional, estoy trabajando todavía,
tengo cruzamientos con el “perón”, maduros los he tenido hasta 15 días fuera de
frío y no se echan a perder”.
Hace años Jorge estudiaba el plátano, logró que llegaran a
parir cuatro racimos, pero eran más bien objeto de curiosidad porque los frutos
eran pequeños y él quería que la mutación quedara fijada en dos y que fuesen
hermosos, “pero no lo pude lograr, no me
dio resultados” agrega.
Hoy Jorge está mejor, el pasado año estuvo enfermo, se molió
un dedo con una desgranadora de maíz, luego le detectaron una cardiopatía
coronaria, “el médico me dijo que como
trabajo podía ayudar a limpiar el arroz cuando la mujer fuera a cocinar, ¡Pero
qué va! Yo no puedo estar sin hacer nada, se me salieron las lágrimas, tú ni te
imaginas el espíritu que yo tengo con 83 años, me dieron unas cápsulas de omega
tres y me siento bien, esta semana me la pasé aporcando maíz con un azadón
grande de hoja empatada”
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