martes, 10 de febrero de 2015

La agradable fatiga de ser joven.



Por Orestes Díaz.
La juventud está en una etapa previa a su congreso, alegre como le ha caracterizado siempre, como debe ser, pero al mismo tiempo tiene que ser objetiva y profunda. Los jóvenes deben diagnosticar el entorno, las situaciones y analizar con seriedad.

A esa etapa algunos la catalogan como superficial, inmadura y atrevida, pero ella es quien tiene el vigor del cambio, de revolucionar y hacer con el apoyo de quienes le antecedieron. 
La juventud es una fuerza con mirada adelante pero que también debe escudriñar el ayer para inquirir cuáles virtudes son dignas de cultivarse. Ella debe rendir culto a la historia, a la cultura y a sus protagonistas. Debemos ver a los jóvenes, no como botellas vacías que hay que llenar, sino como velas que hay que encender.
A cada nueva generación de les acusa de muchas cosas, prácticamente de todo por ser diferentes y ahí está la esencia, son diferentes, sino no fueran nuevos. Desde etapa tan antigua como el siglo quinto antes de Cristo el gran filósofo griego Sócrates escribió: “Los jóvenes de hoy aman el lujo, tienen manías y desprecian la autoridad. Responden a sus padres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros. Más adelante señaló: “los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y les faltan al respeto a sus maestros”. ¿Se equivocó el gran maestro?
Pos su parte el Santo y Sacerdote Italiano San Juan Bosco en el siglo XIX concretó “No hay jóvenes malos, sino jóvenes mal orientados”. Por lo tanto el reto es nuestro.
Desde allá hasta hoy la realidad demuestra que se puede ser joven y serio sin perder la alegría. Todos lo fuimos y sabemos que en esa edad todo parece posible pero hay que trabajar. El joven no es un extraterrestre, ni un insólito, tampoco un cabeza loca... Es una promesa, un nuevo amanecer, el sol del mañana, en fin... Un nuevo hallazgo.

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