Campos de Santa Inés. |
Donde la caña es un dulce eslabón.
Por Orestes Díaz.
El sol a las tres
de la tarde arde en las tierras de la Unidad Básica de Producción Cooperativa
de Santa Inés, una de las áreas del macizo cañero del municipio de Banes, sin
embargo la gramínea se yergue desafiando la sequía y las altas temperaturas.
Las hormigas y grillos que cohabitan el entorno se guarecen en el refugio que
ofrece la paja o en los tocones quedados de la pasada zafra.
La caña de azúcar
debió hacer una larga expedición desde Asia con la expansión musulmana hasta el
continente europeo. Los españoles luego la traerían a América. Ello demuestra
la alta capacidad de resistencia y adaptación del dulce junco a disímiles
climas y clases de suelos.
Raciel Portales
Utria es jefe del lote número dos, un hombre cercano a los 40 años, vestía de
mangas largas, afeitado y de hablar lento, un campesino moderno que conoce la
caña de azúcar “nuestro trabajo es alcanzar mayores producciones de cañas y
otros alimentos integrales para el consumo de los trabajadores como viandas,
granos y frutas. También tenemos que trabajar más para asegurar el pasto de los
animales de labor. Sembramos frijol Caupí, boniato, yuca, plátano vianda y media hectárea de
plátano fruta”.
Manuel y Raciel de derecha a izquierda. |
Manuel Ramírez,
presidente de la cooperativa, mantiene la unidad en torno a los campos, los
cuales están limpios y con las atenciones culturales. “Nuestros trabajadores
tienen su casa de descanso y tratamos de ofrecerles una buena atención aquí en
el mismo campo. Tenemos más de 1400 hectáreas sembradas de cañas, el resto es
de ganadería, frutales, forestal y cultivos varios” y aunque la sequía afecta
la gente sigue apegada al cultivo, es una cultura de campo que se formó de
siglos con el sudor de quienes primero pusieron los pies en esta zona que antes
fue de un pueblo originario llamado cacicazgo Baní y que luego fue extinguido
con la llegada de quienes trajeron la caña de azúcar.
Así irónicamente el
primer eslabón cultural viviente desapareció para dar paso a otro, a la caña,
que hoy en Santa Inés cultivan los banenses y que obligatoriamente es parte de
nuestra identidad por todo lo que representa para Cuba.
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