Oír versus hablar.
Por Orestes Díaz
Guerrero.
Hablar
correctamente es difícil. Saber escuchar es mucho más. Las grandes diferencias
están en que usted habla lo que desea pero escucha todo cuanto el oído sea
capaz de recepcionar. Lo bueno, lo malo, puntos de vistas errados, idiotas,
palabras soeces y hasta agresivas.
El oído está
abierto a todo, no se puede dominar pero las entendederas sí y ahí radica el
gran problema. Hay quien dice “porque lo dijo fulano” y ya. Es una especie de
cuño, una divisa a cumplir sin importar cuan errada está el origen del mensaje.
El entendimiento,
la comprensión y la descodificación del mensaje depende de la calidad del
emisor, las intenciones del hablantey la conformación del mismo de lo que se
dice, pero aún más depende de los deseos y temores de quien lo recibe. La fe
que se tenga en quien lo diga y hasta los estados de ánimo y aspiraciones de
quien quien recepciona.
Así lo que se dice
por los medios puede ser desvirtuado y una historia oída suele ser mal
interpretada y peor recontada. A veces usted dice esto es así, de mabera clara,
precisa y sintética, usted cree que no habrá margen a dudas y sí, el oyente
decide la escucha de manera consciente o no.
Tal vez, y como
casi siempre, no podemos acallar a quien nos expresa lo indeseado pero sí
podemos poner un filtro de conocimientos, voluntad e inteligencia y escuchar lo
que bien vale la pena.
Alguien escribió
“presta a todos tus oídos y a pocos tu voz” pero toda regla tiene su excepción.
“Hablar es una necesidad, escuchar es un arte” Escribió Goethe. Esto nos llama
a distinguir entre oír y escuchar. La audición es esencialmente una
participación pasiva de los órganos de los sentidos físicos, escuchar implica a
todo nuestro ser.
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