Pesadilla
en la almohada de los sueños.
Por Orestes Díaz.
En la provincia de Namibe, en el sur de
Angola, vi una vez a una niña sujeta por mujeres a la que le hacían algo en sus
genitales, los gritos eran desgarradores y quienes le rodeaban se comportaban
de manera normal. Con el tiempo deduje que la pequeña estaba siendo mutilada
genitalmente. Y aunque en febrero existe un día mundial contra la mutilación
genital femenina la Organización Mundial de la Salud advierte sobre esa
extendida práctica.
Además del trauma psíquico las afectadas
pierden casi toda la sensibilidad y les es casi imposible llegar al orgasmo,
por otro lado hay féminas que mueren desangradas o por infección en las
jornadas siguientes al hecho el cual por lo general es ejecutado
rudimentariamente por curanderas o mujeres mayores quienes emplean vidrios,
cuchillos o cuchillas de afeitar sin condiciones. Además los cortes se realizan
sin ningún tipo de anestesia.
Conocida también como “ablación sexual”
esta práctica comprende la mutilación
de los genitales externos femeninos para que esta no sienta placer sexual y como método para llegar
al matrimonio con la virginidad inmaculada, asegurando los padres que la chica
sea aceptada por el esposo. Otros propósitos son fortalecer la fidelidad de
mujer y que los hijos sean solamente del marido.
Según la OMS cada año “cerca de tres millones de niñas son sometidas a la extirpación de su clítoris o, en el peor de sus casos, también de sus
labios genitales mayores y menores”. Las organizaciones humanitarias
denuncian que la mutilación genital femenina es habitual en 28 países africanos
y algunas regiones asiáticas. En nuestro continente se han denunciado prácticas
en tribus colombianas.
Credos, culturas, tradiciones,
discriminación sexual y social son argumentos que sirven de escudo o motivación
a ejecutar prácticas tan bárbaras pues las religiones no lo establecen.
La mutilación es un recordatorio de la
inferioridad femenina ante el “sexo fuerte” es afianzar la idea de no tener
derecho a la realización física y espiritual. En Cuba tales prácticas no se
permiten. Buscando datos sobre el tema encontré esta frase ideal para reconocer
el status de nuestras mujeres: “La
libertad, el amor y la salud son como el agua, que no se siente su necesidad
hasta que empieza a faltar”.
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